Esperanza es una chiquita de 7 años; ojos negros, al igual que su rizado pelo. Alegre, juguetona, inquieta, observadora y cariñosa. Nació en un pequeño pueblecito de la isla de Gran Canaria, que se llama Lomo Blanco, donde vivió felizmente con sus papás hasta cumplir los 5 años de edad. Su padre, Antonio, trabajaba de mantenimiento en un hotel cercano a su casa, pero con la crisis del sector turístico, los gerentes del hotel, con todo el dolor de su corazón, tomaron la difícil decisión de prescindir de los servicios de Antonio y de otros cinco compañeros más, para poder así salvar los puestos de otros 20 trabajadores. Desde entonces Antonio trabaja esporádicamente en el campo en la recogida de la uva, cubriendo bajas y vacaciones en restaurantes, de peón en la construcción... Todos trabajos temporales. Su esposa, María, como la mayoría de las mujeres del pueblo, trabajaba como ama de casa, y cuidaba de Esperanza todos los días.
Cuando Esperanza tenía dos o tres añitos, su ilusión más grande era esperar a que su papa llegara de trabajar para irse con él y con su mamá en el coche, a jugar a una de las muchas calitas de arena negra que había cerquita de su pueblo. Eran unos momentos idílicos para Esperanza. Los últimos rayos de sol de la tarde, la brisa del mar, papá y mamá juntos, con la espuma blanca de las olas al morir en la orilla, mojando sus pies desnudos y Esperanza de los brazos de su papá disfrutando de cada uno de los segundos.
Va a hacer ahora dos años que a María le ofrecieron un trabajo en la península, concretamente de interna en una casa de una familia adinerada de la Sierra de Madrid, donde le darían alojamiento y comida para ella y su hija, además de pagarla un modesto sueldecito que enviaría casi integro a su esposo, para poder continuar pagando la hipoteca y que no les quitara el banco el piso. Antonio, según habían hablado entre los dos, se quedaría en Lomo Blanco trabajando en lo que fuera saliendo y a la espera de poder volver a su antiguo puesto, como le había prometido el gerente del hotel.
Con la pena que sólo un padre o una madre pueden entender, Antonio vio como su mujer y su hija de entonces tan sólo 5 años se alejaban por la puerta de embarque. De los ojos de Antonio ya no podían salir más lágrimas y los de María estaban hinchados de llorar. Esperanza no entendía nada. No entendía por qué su madre y su padre lloraban de aquella manera tan desconsolada. - ¡Seguro que luego a la tarde se les pasa! - pensaba Esperanza. - Cuando vuelva mi papá a la tarde y vayamos a jugar a la playita como todos los días, ¡ya verás cómo sonríen de nuevo!-. Pero esa tarde nunca más llegó.
María comenzó a trabajar de interna en la casa de la sierra, cuidando a una señora mayor y haciendo labores del hogar. Prácticamente todo el dinero que ganaba se lo enviaba a Antonio para pagar las letras del piso, del coche y de los muebles que habían comprado cuando todo iba bien. Mientras tanto, Esperanza seguía aguardando todos los días a que llegara la tarde. Cuando el autobús del colegio aparecía, su corazón se ponía a latir como un caballo desbocado. -Hoy seguro que estará mi papá -, pensaba ella. Pero cuando llegaba a casa, la desilusión se adueñaba de la pequeña. - ¿Hoy no vendrá papá? -, le preguntaba todos los días a María.
Las primeras Navidades fueron lo más duro de todo. Nunca se habían separado ni un sólo día desde que María y Antonio se habían casado 15 años atrás y ya llevaban 4 meses sin poder abrazarse. Cosas tan sencillas como un anuncio de turrón hacían en ellos que les afloraran las lágrimas. Aunque hablaban casi todos los días, el dolor por la separación era inaguantable.
Antonio, juntando unos pequeños ahorros, envío a su hija un paquete donde se podía leer bien grande "PARA ESPERANZA RODRÍGUEZ DE SUS MAJESTADES LOS REYES MAGOS DE ORIENTE". Acompañaba al paquete una carta de Antonio donde le contaba a su hija que los Reyes Magos habían dejado ese paquete en su casa para ella y que se lo enviaba con todo el amor del mundo y cosas de esas que un padre le dice a un hijo.
Pasaron las semanas y los meses. María, sin decirle nada a su marido, había ido ahorrando mes a mes, como sólo un ama de casa sabe hacer, guardando íntegras las propinas que le daba la señora y consiguiendo rebajar unos céntimos de aquí y otros de allá al comprar la ropa, el material escolar, etc. Además, había hablado con la señora de la casa para que la dejara marchar durante el puente de la constitución a su pueblo y poder así reunirse unos días con su marido.
En su tiempo libre, se dedicó a buscar por todas las agencias cercanas los billetes de avión para Gran Canarias, pero eran demasiado caros. Finalmente, el señor de la casa donde trabajaba, le encontró a través de internet unos billetes que sí podía pagar. María le pidió al señor que se los comprara, pagándoselos, en el acto, por supuesto. ¡Ya tenían vuelo!.
Nadie se puede imaginar la alegría de Esperanza cuando su mamá le dijo que el Viernes 3 de Diciembre vería a su papá de nuevo. Salió corriendo hacia su habitación y volvió con un sobre que le dio a su madre diciéndole que lo abriera y lo leyera. Era la carta a los Reyes Magos. María sacó del sobre la carta donde con letra de niña de casi 7 años se podía leer "Queridos Reyes magos: Este año he sido la niña mas buena del mundo. Hago todo lo que mamá me dice y en clase no hablo ni juego, bueno en el recreo si.Tengo la habitación limpia y ordenada. Así que espero que me podáis traer lo que os pido. Este año sólo pido que mi papá esté aquí con nosotros como antes. Mi mamá está siempre muy triste porque no está él, llora todas las noches a escondidas. Cree que yo no me doy cuenta, pero ya no soy tan pequeña. Y yo quiero pasear por la playa como hacíamos antes y que me cuente cuentos y que me de abrazos. Y Majestad, quiero que cuando esté dormida en mi cama, venga papi a darme el beso como hacía cuando estábamos juntos. Y esta vez prometo no hacerme la dormida. Si me traéis lo que os pido, prometo seguir siendo la niña más buena del mundo. Feliz Navidad Melchor, Feliz Navidad Gaspar y Feliz Navidad Baltasar. Os dejaré las galletas y la leche como todos los años.".
¿Ves mamá?, decía Esperanza llorando de alegría, ¡Son mágicos de verdad!. ¡Es lo que yo había pedido de regalo de Reyes!. ¡Quiero que llegue ya el Viernes!.
Lo que sintió Antonio cuando María le contó que llegarían en cuatro días, no hay dinero en el mundo que lo pague. De sus ojos comenzaron a brotar lágrimas, pero esta vez de alegría. ¡Sólo 4 días!. 4 Días para estar de nuevo juntos.
Dos días antes ya tenían la maletas en la puerta. -¿Mamá, metiste mi bañador?, ¿y mi libro de dibujos para enseñárselo a papi?, ah! y acuérdate del regalo que le hice en el cole en manualidades!. - Era un puñado de nervios.
Por fin llegó el ansiado día. Llegaron al aeropuerto 3 horas antes, facturaron las maletas y se fueron a la puerta de embarque. En el panel informativo decía que su vuelo estaba retrasado, pero a ellas no les importaba. Después de tantos meses de separación una hora más no les importaba. Antonio por su lado ya se había desplazado al aeropuerto de Gran Canaria, para estar allí cuando llegara su familia. De repente, en las pantallas de información comenzaron a aparecer anulados unos vuelos y luego otros y otros... María preocupada se dirigió con la niña a la ventanilla de información más cercana, donde incontables pasajeros esperaban indignados su turno. El revuelo en el aeropuerto era tremendo, gente muy enfadada iba de un lado hacia otro. María no entendía nada de lo que estaba pasando, hasta que alguien le dijo que había huelga de controladores y que de momento estaban anulando algunos vuelos. Ufff! Pensó María, - menos mal que el nuestro aún no está anulado -.
Pero una hora más tarde, al mirar la pantalla de información, su vuelo, ese que haría que el sueño de estas dos personas se hiciera realidad, se anuló. Presentó la reclamación pertinente y sí, le devolvían el dinero del vuelo. ¡Yo no quiero que me devuelvan el dinero!, ¡Quiero ver a mi marido!, decía María desconsolada. El personal de tierra, haciendo todo lo posible la proponía embarcar en un vuelo el Miércoles 8 a las 14:00 horas, pero... ese era su día de regreso. Era imposible. Aunque quisiera no habría tiempo para ir, estar un ratito y volver, ya que el vuelo de regreso era a las 17:00 horas.
¿Por qué?, - se preguntaba María -. ¿Cómo se lo explico a mi hija y a mi marido?.¿Cuánto tiempo pasará ahora hasta que nos podamos ver?.
Esperanza le decía a mamá... no te preocupes mamá, los Reyes Magos harán que se cumpla mi deseo. Ya lo verás!. Pero ese sueño se convirtió en desilusión, pena y dolor.
María, Esperanza y Antonio, con sus ilusiones destrozadas y el corazón roto, volvieron cabizbajos cada uno a su casa, a la espera de otra ocasión en la que se pueda producir el reencuentro soñado.
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Qué decir de la huelga.... O mejor.... qué decir de los huelguistas.... Hace unos meses escribí sobre la anterior huelga de controladores y me suscribo en lo que ahí ponía. Si el gobierno, AENA, o quien corresponda no mueve ficha, se habrán reído de nosotros de nuevo. Todos y cada uno de los personajillos que el pasado Viernes día 3, día del comienzo de las ilusiones de más de media España, no se presentaron a su puesto de trabajo por ponerse en huelga o lo abandonaron posteriormente por el mismo motivo, A LA PUTA CALLE. Unas personas que no han tenido el más mínimo reparo en hacer que millones de familias españolas pierdan su tiempo, dinero y principalmente sus ilusiones, se merecen que se tenga con ellos el mismo reparo, ninguno. Y como tanto despido costaría millones en indemnizaciones, sería necesario descontar de estas los 330 millones de €uros que han perdido entre el sector turístico y las aerolíneas (sin contar gastos de devolución de billetes, reservas, etc.). Una vez en el paro, que se vayan a buscar otro trabajo tan "malo" como el que tenían y con una remuneración parecida. Y cuando lo tengan, si es que lo consiguen, que se pongan en huelga, a ver qué pasa.
1 comentarios:
Magnífico Ruben!! Tierno e impactante..
Agradece a la llama su luz, pero no olvides el pie del candil que constante y paciente la sostiene en lo sombra. (Rabindranath Tagore)
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