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Hoy vengo con ganas de compartir con vosotros otro cuento, que espero sea de vuestro agrado y os pueda servir de algo.
Érase una vez, en un precioso bosque de abedules, hayas, eucaliptos, y viejos robles, habitaban cientos y cientos de hadas mágicas. Vivían felices y contentas, puesto que es de todos sabido que las hadas, además de belleza, rebosan felicidad. Todas las mañanas, cuando salía el sol, salían de sus casitas situadas en los troncos de los árboles y revoloteaban por el bosque para ver y jugar con los elfos, los unicornios y a mofarse de los horrorosos y fétidos trols. Pero de entre todas ellas, cinco, tenían una relación especial. Sus nombres eran Fave, Gelsey, Laila, Rosalba y Zanna. Todo el día se lo pasaban juntas, y el día que una de ellas no aparecía, volaban rapidamente hasta su casita en el árbol para ver que le ocurría.
Fave tenía dos niños pequeños (porque aunque no lo sepáis las hadas también pueden tener hijos). Eran dos preciosos duendes, revoltosos y traviesos, pero como cualquier duende a esa edad.
Layla era madre de un lindo duendecito, con un pelo clarito que siempre llevaba erizado, pinchaba como un puercoespín.
Rosalba tenía dos pequeñas ninfas, preciosas, revoltosas como los duendes, juguetonas y cariñosas. Siempre estaban bailando y correteando.
Zanna, en cambio, era la única que tenía parejita. Una tan guapísima como tímida ninfa y un duende grandullón (de tamaño y de corazón), que siempre quería ser el primero en todo.
Por último Gelsey era la madre de una graciosa y linda ninfa que le encantaba bailar, cantar, hablar y sobre todo jugar con los duendes.
Mientras Fave, Gelsey, Laila, Rosalba y Zanna, charlaban y se divertían juntas, sus hijos, las ninfas y los duendes, hacían lo mismo entre ellos. Se podía decir que no podían vivir los unos sin los otros. Los pequeños nunca veían la hora de separarse para volver a su casita, aún sabiendo que en unas horas volverían a estar juntos.
Al hijo de Laila y al hijo de Zanna, les encantaba jugar a la pelota con los frutos del bosque, y aunque fuera un deporte de duendes, la hija de Gelsey prefería esto que irse con las ninfas a coger pétalos de flores o a verse reflejadas en el río. A los chicos, esto no les parecía del todo bien: "Qué hace una ninfa jugando a la pelota con unos duendes como nosotros?, Debería estar con el resto de las ninfas!", exclamaban ellos. En muchas ocasiones esta rivalidad entre los duendes y la ninfa, acababa con algún empujón; unas veces eran los duendes quienes empujaban y otras era la ninfa la que acababa lastimando a los duendes.
Por cierto, sus nombres eran Carlin (hijo de Zanna), Ellette (hijo de Laila) y Maravilla (hija de Gelsey). Esta relación que mantenían Ellette, Carling y Maravilla, era un tanto especial, se podía decir que era una relación de amor-odio, ya que si estaban juntos se pegaban y si estaban separados, se añoraban.
Un día cualquiera, mientras Carlin, Ellette y Maravilla estaban jugando, pasó por la zona Luel, otro duende con el que de vez en cuando jugaban y vio como Carling empujaba y decía cosas feas a Maravilla, mientras que Ellette observaba y reía. Luel creyó que Maravilla se encontraba en peligro y corrió a contárselo a su mama, que se llamaba Lorelle y que, de vez en cuando, también compartía juegos con las mamás.
Lorelle, creyendo hacer lo correcto, voló hasta la casita del árbol de Gelsey, la madre de Maravilla, y le contó todo cuanto su hijo Luel le había contado. Ésta se quedó preocupadísima, creyendo que su hija corría peligro con Ellette y con Carling. Esperó a que Maravilla llegara a casa y le preguntó si era cierto lo que le había contado Lorelle, la madre de Luel. Maravilla, con lágrimas en los ojos le dijo a su mama que sí, que cuando estaba a solas con Carling y con Ellete, sentía que le querían hacer daño, sobre todo Carling, que además era mucho más fuerte que Ellete y que Maravilla.
Gelsey, tras pensarlo concienzudamente, decidió confesarle a Laila todo lo que había sucedido, diciéndole que Maravilla nunca se había quejado de Ellete, pero que tenía miedo de que Carling pudiera hacerle algún daño cuando estubieran solos en el bosque. Y le pidió a Laila que hablara con Zanna, ya que ella no se atrevía o simplemente prefería no hacerlo. Laila, como buena amiga, atendió su petición y le contó todo a Zanna.
Imaginaros lo que ocurrió cuando Carling llegó a casa. El enfado y preocupación de Zanna y de su esposo eran tremendos. Carling no sabía dónde meterse, lloraba y lloraba desconsolado. Reconoció que en algunas ocasiones, mientras jugaban él y Ellete le habían dicho cosas feas, pero que eso había pasado mucho tiempo atrás y ahora nunca le decían nada. Tanto Carling como Ellete, sufrieron de sus padres el castigo pertinente y prometieron enmendarse y no volver a hacerlo más.
Pero la cosa no quedó ahí. Lo que hasta aquel momento era una convivencia perfecta entre las 5 hadas, desde ese momento no volvió a ser lo mismo. Zanna no quería ver a Gelsey. Gelsey no quería ver a Zanna. Fave apollaba en todo a Gelsey, pero Laila y Rosalba creían ver más sinceridad en Zanna. Qué situación!!!.
Ahora Laila y Rosalba, que estaban encantadas con la compañía de Fave y de Gelsey, no podían verlas si estaban con Zanna y, por supuesto no iban a dejar de lado a Zanna por algo que no tenía que ver con ellas.
Y lo que es peor Maravilla arde en deseos de jugar de nuevo con Ellette y con Carling. Volver a jugar a la pelota con los frutos del bosque, correr, saltar, cantar y hablar con ellos, pero por culpa de esta desgraciada situación, se ve imposibilitada a hacerlo.
Mientras tanto, Lorelle, vivía en la ignorancia, sin saber lo que había originado su rumor.
Cierto es que hay que cuidar la educación de los pequeños duendes y de las pequeñas ninfas. Cierto es también que nuestro duende o nuestra ninfa es para nosotros el centro del universo. Pero no es menos cierto que, a veces, lo que los adultos vemos de una manera en nuestro mundo de adultos, quizás sea otra muy distinta en el mundo de las ninfas y de los duendes.
Si Gelsey, en lugar de hablar con Laila, lo hubiera hecho directamente con Zanna, nada de todo lo anterior hubiera sucedido y las 5 hadas seguirían juntas viviendo felices en su bosque de hayas, robles y encinas. Mejor aún, Maravilla, Ellete y Carling, junto con el resto de ninfas y duendes, seguirían felices y contentos juntos todo el día.
Epílogo: Como dice Anthony Blake al finalizar sus espectáculos,
cualquier parecido con la realidad, es fruto de tu imaginación. No le des más vueltas, no tiene sentido.